“EL ÚLTIMO DISLATE DE CHELES”
-¡Esto es el colmo, Cheles!, ¡no
podemos seguir así!
Mar estaba muy enfadada con
Cheles porque ésta se había empeñado en que su creadora buscase por cielo,
tierra y mar, valga la redundancia, al Hada que convirtió a Pinocho en un niño
de verdad. Cheles estaba empeñada en pasar del carboncillo a la vida real y Mar
se estaba desviviendo por darle el capricho a la niña de sus ojos, pero no lo
conseguía.
-He viajado hasta los pueblos del
norte de Noruega, donde nace la aurora boreal, para cruzar el arco iris y buscar
al Hada de tus sueños. He ido desde la Capadocia hasta Pamukkale, donde dicen que el
Hada de los dientes echa los dientes que recoge, en su busca. He visitado
Grecia y consultado al mismísimo Oráculo de Delfos por ella. He tenido que
coger aviones de la competencia para llegar a los lugares de Irlanda habitados
por las Pookas y las Banshees y no he encontrado ninguna. –Mar seguía con
hablando a Cheles con un tonillo enojado.- Ya no puedo más, Cheles, ¡de verdad!
Tienes que quitarte de la cabeza la idea de hacerte de carne y hueso.
-Bueno, pero entonces, si Mahoma
no va a la montaña, la montaña irá a Mahoma. Vamos a hacer lo siguiente. Vas a
dibujar tú un Hada en mis viñetas para que con su magia te traiga a ti a mi
mundo. ¡Quiero estar contigo, mamita! ¡Quiero sentirte y olerte y quererte como
hija tuya que soy!
A Mar este último dislate de
Cheles le pareció inaceptable, en principio, pero después de mucho meditarlo
decidió concederle ese deseo.
-Está bien, Cheles…, lo voy a
hacer, pero tendrás que hacer a pies puntillas todo lo que el Hada te ordene y
mande.
-¡Acepto! ¡Síiiii! ¡Mamitaaaa! –
Cheles no paraba de dar palmitas con mucho nerviosismo.
Mar dibujó, a carboncillo, un
Hada preciosa, el Hada más bonita que Cheles podía imaginar y la colocó en sus
viñetas.
Cheles pidió al Hada su gran
deseo, que Mar dejase por un tiempo el mundo de los vivos y entrase a formar
parte de su mundo de papel y carboncillo y ésta se lo concedió, pero le
advirtió de que Mar solamente podría estar dos días en su mundo y si pasaba un
sólo minuto de las cuarenta y ocho horas en él, se quedaría allí para siempre.
A Cheles, le pareció poquísimo, claro, como le parecería a cualquier niña de su
edad, pero se conformó.
De repente se formó un remolino
blanco, como un tornado y de él surgió Mar con su eterna sonrisa, dispuesta a
ponerse en manos de su creación.
Cheles estaba muy nerviosa, iba
por fin a poder conocer a su verdadera madre y poder darle todos los besos y
abrazos que quisiera.
Mar y Cheles pasaron dos días
inolvidables. Mar había llevado consigo su ordenador portátil y el Hada les
había concedido también una conexión a internet para que Cheles pudiese ver la
página de Cinco Palabra y supiese de primera mano las cosas que Mar hacía en el
mundo de los vivos.
Le encantó ver todas las
historias que contaban los escritores solidarios, especialmente le gustaron los
poemas de Fernando Gordillo y las alocadas historietas de un tal Pequi. Además
se dio cuenta de que si su mamita Mar tenía tan buen corazón, ella tenía que
tenerlo también.
No durmieron en todo el tiempo,
sólo jugaron y hablaron y hablaron y hablaron, a Cheles le encantaba hablar,
eso también era heredado. Pasaron las cuarenta y ocho horas sin apenas darse
cuenta pero llegó el final y Mar tuvo que partir.
Cheles estuvo tentada de intentar
engañar a Mar para que se pasara aunque fuera un segundo del tiempo pactado y
se quedase para siempre con ella, pero entendió que si Mar no volviese al mundo
de los vivos ya no habría más viñetas y ella misma desaparecería.
Mar dio un último abrazo y un
gran beso a Cheles entre lágrimas y se montó en el torbellino blanco. Una vez
en el mundo de los vivos se limpió las últimas lágrimas de sus ojos y miró la
viñeta de Cheles con complicidad.
-¡Qué sería de mí si tus
dislates, Cheles!
(Relato para "Cinco
Palabras" VOL.V SEGUNDO AÑO)
Besos a todos.
Pequi.