Cheles en el gran circo polar.
Era
6 de agosto y Cheles quería felicitar a su mamita Mar en persona para darle una
gran sorpresa. Le encantaba compartir los cumpleaños con ella y como se
encontraba en mitad de Roma, se acercó a la fontana de Trevi y lanzó una moneda
de espaldas para pedir su deseo.
Deseo,
deseooo! –Cheles cerró los ojos con fuerza mientras lo formulaba.
Al
abrir los ojos de nuevo su cara se llenó de felicidad. ¡Se había trasladado de
golpe y porrazo, nada más y nada menos que al Círculo Polar Ártico!
¡Qué
blanco y que bonito es todo esto! –Se dijo Cheles a sí misma. ¡Y tampoco hace
tanto frío!
Aun
así Cheles se acordó de las palabras que mamita Mar le espetaba cada vez que
refrescaba.
¡Cheles,
tápate bien, hasta el cuello, que vas a coger frío y te vas a quedar sin salir!
¡Mamita
Mar es un poco pesada, como todas las madres, supongo! Sé que lo hace por mi
bien así que le haré caso y me abrocharé hasta el cuello. –Pensó Cheles al
tiempo que se abotonaba el anorak hasta la garganta.
Cheles
llevaba un buen rato andando sobre la nieve y por fin alcanzó la cima de una
colina desde la que se divisaba un gran valle. Al fondo del valle se veía una
cúpula de tela blanca con rayas amarillas.
¡Es
el gran Circo Polar! –Gritó Cheles desde lo alto de la colina. Mamita me dijo
que iba a pasar aquí sus vacaciones ayudando a unos amigos a adiestrar a los
osos polares. ¡Ayudando, ayudando, mamita siempre ayudando!
Cheles
corrió tanto y con tanta ansia por encontrar a Mar que tropezó y calló rodando
el último tramo de la cuesta abajo.
Entre
tropiezo y tropiezo Cheles llegó hasta la puerta del gran circo, donde le
recibió una foquita gris perla que no paró de darle besitos y lametones.
¡Quieta,
Perlita. Te llamaré Perlita! – Le dijo Cheles entre carcajadas provocadas por
las cosquillas de los bigotes de la foca.
Cheles
se deshizo por fin de Perlita y se encaminó a la entrada del gran Circo. Al
entrar, sus ojos se iluminaron como dos faros. Mamita mar se encontraba en la
pista central, rodeada de osos polares y vestida con un mono azul brillante con
estrellas amarillas, ¡y tocada con un gran turbante blanco!
¡Mamita,
mamita! –Vociferó Cheles al tiempo que corría a abrazar a Mar. ¡Feliz
cumpleaños, mamitaaaa!
Mar
se sorprendió de ver a Cheles en el Círculo Polar, pero se alegró de poder
abrazar a su pequeña y traviesa Cheles el día de su cumpleaños.
Mar
accedió a que Cheles se quedara las dos semanas que duraría el adiestramiento
de los osos polares compartiendo con ella la caravana donde se alojaba. Pero le
advirtió de que cuando el circo arrancara su temporada a finales de agosto,
tendría que volver a sus viñetas y ella a su trabajo habitual en los aviones.
Cheles
refunfuñó, como siempre hacía cuando mamita Mar le imponía algo, pero por dentro estaba completamente feliz de
poder estar con su mamita y aprender de ella todo sobre el adiestramiento de
osos polares. ¡Una extraña capacidad, desde luego!
Durante
el tiempo que duró la estancia no paró de jugar con perlita y correr detrás de
los pingüinos payaso y las focas trapecistas. Disfrutó de cada momento en el
circo como si fuera el último.
A
la vuelta de las dos semanas, se fundieron en un gran abrazo, como siempre
hacían cuando se separaban, y entre lágrimas se despidieron hasta el año
siguiente.
¡Sé
feliz, mi pequeña Cheles!
(Relato para "Cinco
Palabras" VOL. V TERCER AÑO)
Un beso amigos.
Pequi.